
Los pobres resultados de esas maniobras orquestales en la oscuridad han echo crecer la espiral de la falacia y la mentira hasta cotas majariles.
La tontería del canguelo dio paso al obsesivo estribillo de Øvrebø y derivados. De ahí viajamos a las cagadas de photoshop, y hemos llegado al petardazo del doping.
Los argumentos de la caverna son siempre variaciones sobre un mismo tema, pero con una derivada que da vidilla al movimiento: la guardiolafobia (imprescindible el cojonudo -cojonudo no, cojonudísimo- artículo Un tío cojonudo -valga la redundancia- de Rubén Uría. Genial. Difícil decir mejor la verdad).
Vender tú alma al diablo te lleva a celebrar victorias del Inter como propias, o asumir un patético discurso ya utilizado en Londres y Milán por un entrenador portugués (lloroncete es). Pero sobre todo te habilita para confrontar lo normal con lo indefendible y (¡oh, sorpresa!) querer hacer creer a tu necesitado público que lo malo es ahora lo bueno.
Llega la madre de todas las guerras, y ante lo que puede ser el bloody April del madridismo, su caverna cala la bayoneta y se echa al monte. Todo vale, y Guardiola es la liebre. Parar al rival por lo civil o lo criminal es la consigna, y la difamación la herramienta.
Quemarán sus naves. Ganarán o perderán. Pero se equivocan, porque no construyen nada: se autodestruyen.
http://extremoizquierdo.blogspot.com/
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