domingo, 4 de diciembre de 2011

El torpedo blaugrana.

A mí Urdangarín siempre me cayó bien.

Su pasado blaugrana ayudaba, efectivamente, a camuflar percepciones. Pero aún así, me daba la impresión de ser un niño bien que, pese a meterse en el berenjenal de disfrazarse de procreador consorte, tenía cierta intención de distanciarse de una institución tan anacrónica como inútil.

Al final ha sido que no, claro. Como siempre pasa, el algodón no engaña, y el Sr. Iñaki tenía todos los números para acabar creyéndose que la infalibilidad monárquica permite pasarse por el forro cualquier otra consideración.

Es más que posible que Urdangarín ni siquiera hubiese llegado a plantearse que sus actividades pudiesen suponer ningún problema para todo un Duque de Palma.

Tanto da. A mí, Urdangarín ahora aún me cae mejor.

Al fin y al cabo, el principio del fin de la monarquía española puede estar llegando gracias a un torpedo blaugrana.