sábado, 19 de marzo de 2011

La industria de la hostilidad.

Extracto del artículo de Sergi Pàmies en Por la escuadra, publicado en LA VANGUARDIA el pasado 15 de noviembre de 2010, después del partido de liga contra el Villarreal.

Parece escrito hoy.






POR LA ESCUADRA
La industria de la hostilidad
15/11/2010 - 00:46h | 21/11/2010 - 22:45h
SERGI PÀMIES
...Por desgracia, la belleza y la energía del fútbol y de sus mejores valores arrastran una guarnición parasitaria que no le favorece. Cada temporal mediático relacionado con Mourinho propicia, a partes iguales, excesos de egolatría por parte del entrenador y tergiversaciones que lo criminalizan aún más.


Cuando Mourinho dice, sin nombrarlo, que el Sporting no jugó contra el Barça con sus mejores armas, ¿está diciendo que se dejó ganar? Cuando Preciado le responde con orgullo campechano, es jaleado con una intención clara: hinchar la polémica para sacarle más rendimiento. Cuando el presidente Sandro Rosell afirma que Mourinho tendrá en el Camp Nou el recibimiento que se merece, ¿está cayendo en la trampa de la arbitrariedad linchadora (ayer Piqué, hoy Mourinho) y ofreciendo un mensaje de responsabilidad institucional o, por el contrario, contribuyendo a calentar el populacherismo previo al Barça-Madrid?

Cada elemento de este engranaje actúa siguiendo sus convicciones. Pero la suma de todos estos estímulos es negativa para el fútbol e infamante para los medios de comunicación responsables. Cíclicamente, se cae en una espiral que tergiversa y amplifica una realidad hasta convertir el comentario legítimo y la crítica necesaria en material explosivo. Existe una industria de la hostilidad que, a partir de las tradiciones de rivalidad y de los excesos verbales del fútbol, elabora discursos que, en lugar de compensar agravios artificiales y toxicidades reactivas, los fomenta y los aplaude. A partir de argumentaciones racionales (de las que podemos discrepar o no), se construyen avisperos emocionales que se convierten en trampas. Y los que no caen en ellas (Rijkaard, Pellegrini, Guardiola) acaban siendo mal vistos.

Por eso es tan importante que, durante noventa minutos –y pese al sabotaje del árbitro–, el Barça y el Villarreal protagonizaran ese pedazo de partido, rápido, ambicioso, divertido, en el que los errores y los aciertos trenzaron un relato estimulante y profundo, trufado de referencias tácticas y de (buena) memoria futbolística. El abismo que existe entre el fútbol jugado y el fútbol comentado puede parecer peligroso y preocupante. Cuando se industrializa, la hostilidad es un valor que cotiza en bolsa.

Pero en eso también conviene ser justos y realistas y, de paso, combatir el fatalismo facilón. Del mismo modo que no todos los equipos juegan igual de bien, no todos los que escriben y hablan del fútbol y de sus entornos lo hacen con la misma irresponsable e incendiaria mala fe.*

*Aquí queremos denunciar a los que si lo hacen.


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