miércoles, 13 de julio de 2011

En un país normal no pasa.

En mayo de 2011, una reforma del reglamento admitía el uso de las lenguas cooficiales en el Senado. El pasado mes de enero, el socialista catalán Ramón Aleu, fue el primero en utilizar un idioma diferente al castellano en la Cámara.

La reacción de los medios cavernarios (y no tan cavernarios), prácticamente unánime, fue la de atacar abiertamente la aplicación del reglamento y ridiculizar el uso del servicio de traductores.

El líder de la oposición, Mariano Rajoy se apresuró a declarar que situaciones de este tipo "en un país normal, no pasan". 

La polémica se estiró unos días. El menosprecio de la España castellanohablante hacia el resto de realidades, legalmente tan españolas como la suya, no es algo nuevo ni aislado, y con la que esta cayendo en este país, los ecos del "problema" se fueron apagando.

Ha sido esta mañana, cuando el ¿extraño? articulista, o faltón, o directamente impresentable colaborador de ABC, Antonio Burgos, me ha puesto el croissant de través, con su última gracia, "Vizcaya no es Biscaia". Gracia, o parida, o gilipollez, rebosante de la habitual y manipuladora mala leche del ultracentrista escribidor.


En su artículo, Antonio Burgos tergiversa la regla ortográfica castellana, mezclándola con el facherío más recalcitrante, permitiéndose lindezas del calibre de "Y yo, que gracias a Dios no sé vascuence (ni Dios lo permita)". 


En principio, me parece normal que el Sr. Burgos continúe escribiendo Mahón, Vizcaya o Lérida. Pero en "el país normal" que tanto echan en falta los españoles ultramontanos, debería ser "normal" que se respetasen los "otros" idiomas españoles.

En castellano, algunos seguiremos escribiendo Zaragoza o Nueva York, del mismo modo que escribiremos Sant Fost de Capsentelles, Sao Paulo o Strafford-upon-Avon. Y en catalán, seguiremos escribiendo Saragossa o Nova York, igual que Buenos Aires, San Francisco, Motilla del Palancar o Boulogne-sur-mer.

Sería bueno que además de escribir lo que le de la gana y como le de la gana, el Sr. Burgos (Burgos se escribe igual en castellano, en catalán y en arameo -menos mal-), mirase más allá de su tertulia taurina, y entendiese que en "su" España, hay compatriotas que han nacido, efectivamente, en Gernika, en Maó, en Ourense o en Girona (por mucho que le pese -o que le joda, con jota-).

Como escribe Antoni Bassas en Ara, "En un país normal no passa": La norma la dicta España, que tiene el poder. Y ha decidido no convivir con el catalán (ni con el euskera, ni con el gallego), lo reduce a su territorio, donde lo combate jurídicamente. Podría disfrutarlo, leerlo, escucharlo. Lo tiene a tocar. Legalmente, es suyo. Con la Constitución en la mano ha de protegerlo. Pero ha decidido condenarlo a la anormalidad”.

Para Antonio Burgos, y toda la cohorte de voceros anti-todo-lo-que-se-aparte-de-la-ultraortodoxia-de-la-una-grande-y-libre, un país normal sería aquel en que Catalunya, Euskadi y algún gallego remolón, estuviesen cara al sol y con la lengua en el culo.

Eso no lo conseguirán, pero ni se imaginan (o si), los pasos tan grandes que están dando para quedarse con una España donde sólo se hable español.

Después que no se quejen.

2 comentarios:

  1. Creo que el que tergiversa el tema es usted, ó no ha leido bien el artículo de Antonio Burgos, el lo que critica es que a los castellano parlantes se nos obligue a decir y escribir Biskaia en lugar de Vizcaya, ó Araba en lugar de Älava, no critica que se diga o se escriba así en vasco. Por otra parte me parece un gasto totalmente innecesario con la que está cayendo tener traductores en el Senando cuando todos entienden perfectamente el castellano puesto que es la lengua oficial de todo el País. Si usted Sr. mío no entiende esto, pues que paguen los traductores de las Comunidades Autonomas que tienen lengua cooficial, pero no el resto de Comunidades.
    Atentamente,

    Teresa García

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  2. Desde hace ya bastante tiempo, tengo la seguridad de que el proselitismo sólo sirve para manipular conciencias muy inmaduras. Es por eso, Sra. García, que no se me ocurriría nunca intentar convencerla de algo que, es evidente, se haya en las antípodas de su pensamiento.
    Sin embargo, si quisiera responder a su a mable comentario en cuanto a su suposición de que no he llegado a entender los matices del artículo del Sr. Burgos.
    Simplemente decirle que la comprensión del texto ha sido absoluta. Tanto es así, que después de releerlo varías veces, he llegado a la conclusión de que el ánimo tergiversador del Sr. Burgos alcanza el extremo de ignorar el hecho de que la ley promulgada no les obliga ni a usted, ni al Sr. Burgos, a escribir ningún topónimo en euskera o vascuence, sino que, del mismo modo que ya sucede en Catalunya, o Cataluña, reconoce la prevalencia de la denominación toponímica en la lengua propia de la comunidad (hecho que, efectivamente, no se da ni en Baleares, ni en la Comunidad Valenciana, ni en Galicia). Es decir, si usted no ha leído con demasiada inquina mi entrada en este blog, entenderá que Guernica pasa a ser Gernika, del mismo modo que Gerona es Girona, en cualquier documento oficial, pero que la Guardia Civil no vendrá a detenerla si usted sigue escribiendo Vizcaya, Lérida o San Cucufate (Sant Cugat para catalanofilos impenitentes).
    Por ese motivo aludía a ejemplos de ciudades cuyo nombre es traducible a otras lenguas (Zaragoza o Nueva York), mientras que otras siempre son reconocidas por su denominación original (Buenos Aires, San Francisco o Motilla del Palancar).
    Lo mismo sucede con los nombres: la reina a la que probablemente usted conoce como Isabel II, se llama en realidad Elizabeth, y al rey Juan Carlos, es perfectamente lícito llamarle Joan Carles en catalán (o si usted lo prefiere, en valenciano). Así mismo, no se me ocurriría llamar al Sr. Burgos, Antoni, Andoni, Antoine o Anthony, pese a que Antonio es traducible a varios idiomas, mientras que yo mismo utilizo indistintamente Javier o Xavier, dependiendo de si me expreso en catalán o en castellano (raro que es uno).
    Sin ánimo de extenderme mucho más, quisiera recordarle dos referencias textuales; una de mi entrada en este blog: "En castellano, algunos seguiremos escribiendo Zaragoza o Nueva York...", y otra del artículo del Sr. Burgos: "Y yo, que gracias a Dios no sé vascuence (ni Dios lo permita)".
    Entiendo que a partir de ahí, discutir quien debe pagar el servicio de traducción simultánea en el Senado, cuando no existe un acuerdo en lo referente al concierto económico, daría para algo más que una respueta como esta.
    Muchísimas gracias por su comentario y, aunque desde la otra orilla, un cordial saludo.

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