lunes, 5 de septiembre de 2011

¿Podrán jugar juntos catalanes y castellanos?

A vueltas con el auto dictado por el Tribunal Superior de Cataluña, que da dos meses a la Generalitat para que "acate" las sentencias dictadas el pasado mes de diciembre por el Tribunal Supremo, en relación con el uso del castellano en el sistema educativo en Catalunya, la gruta mediática a roto aguas, y en pleno éxtasis de "no nacionalismo", o lo que es lo mismo, ultra-nacionalismo español, se ha tirado en pleno a la yugular de un reducto de lo que parecen ser españoles de tercera que, quieran o no ser españoles, no tendrán más remedio que serlo como diga el españolismo más rancio y ultramontano, o no serlo.


Ahora, la inmersión lingüistica.
-"Todo tuyo, T.S."
-"Gracias, T.C."


Editoriales como el de hoy de ABC, "El embudo nacionalista", no hacen más que excitar a las ya enfervorecidas masas de "buenos españoles", en vísperas de su inminente asalto al poder, con unas últimas líneas definitorias del pensamiento único cavernario, en el que queda muy claro que es lo que les toca a los catalanes:

"La Constitución no es solo una fuente de competencias para las autonomías, sino también un sistema de obligaciones y responsabilidades recíprocas que se sostienen en elementos comunes a todos los españoles, como la solidaridad y el castellano. El embudo nacionalista solo quiere lo primero y se olvida de lo segundo".

Autonomías como Catalunya (especialmente Catalunya) deben estar inexorablemente sujetas a un impuesto de generosa solidaridad para con los "no nacionalistas" y de obligatorio uso del castellano, para que las próximas generaciones crezcan en trincheras que separen a los bilingües catalanes y a los "no bilingües" catalanes.

Parece que algunos están muy interesados en volver a aquellos tiempos en los que si no hablabas catalán era por que, o eras muy pijo, o muy charnego (deleznable adjetivo, prácticamente erradicado hoy en día en Catalunya), muy interesados en volver a separar a los niños en el colegio entre "els castellans" y "els catalans". Los niños catalanes que no quieran hablar catalán, podrán así distanciarse de una inmensa mayoría que cree, parece que erróneamente, que el conocimiento enriquece, y que es mejor hablar dos idiomas en vez de uno.


Porque, por mucho que moleste, el nivel de castellano de los alumnos de las escuelas catalanas está tan bien -o tan mal- como el de las escuelas del resto de España.


Y sin embargo, en la actual coyuntura, editoriales como el de ABC de hoy, además de excitar a los suyos, convierten en mucho más razonables las aspiraciones de los que no son los suyos.

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