domingo, 11 de septiembre de 2011

El sumario Francesc Colomer.

Un blog puede servir para exponer tus pensamientos al mundo, para archivar artículos de prensa, para colgar fotos de tus hijos, con el fin de que tu familia de Wisconsin pueda ver como crecen (y Dios no lo quiera, para que un marrano se dedique a hacer con ellas lo que no toca), para intercambiar recetas de cocina, o para castigar al mundo con unos poemas que no tienen otro foro que el de la nebulosa de internet.

Los objetivos con los que nació Rojo Directo eran claros. Denunciar, a quien pudiese interesar, los abusos de una prensa afín a la derecha española que manipulaba, impunemente, la información. Como autor de esta historia, he dejado claro, desde un primer momento, que ni soy objetivo, ni pretendo serlo.

El nombre de este blog, como la idea del blog, y el blog en sí mismo, nació una noche de sábado en que, después de no poder seguir un partido del Barça por televisión, mantuve una agitada discusión a tres bandas sobre la posibilidad de sufrir, o no, la retransmisión pirata de ese partido a través de una página web (Roja Directa), la perversión de la prensa deportiva madridista y la zafia y continuada manipulación de los medios ultraespañolistas.

Así pues, Rojo Directo como nombre era más una provocación que una declaración de principios, pero me he sentido muy cómodo con esta "denominación".

Rojo Directo tuvo rápidamente, demasiado rápidamente quizás, una especie de hijo bastardo, Extremo Izquierdo, que durante estos meses se ha dedicado a dar toda la caña que ha podido a la caverna mediático-deportiva y, sobre todo, a José Mourinho.

Extremo Izquierdo ha adquirido una vida propia que, por desgracia, ha mermado mucho la capacidad de crecimiento de Rojo Directo. Aún así, aquí es donde se refleja realmente mi pensamiento.

Ese pensamiento, muchas veces coincide exactamente con artículos, imágenes o viñetas publicadas en diferentes medios, ya sean nacionales o locales.

A menudo, me he apropiado (con absoluta desvergüenza) de esos recortes, y aunque he procurado dejar muy clara su procedencia y autoría, la verdad es que nunca he pedido permiso a sus creadores (mea culpa).

Hace unos días, decidí no volver a reproducir material ajeno, para continuar con esta bitácora de forma estrictamente personal.

Sin embargo, esta mañana, me he topado en La Vanguardia, con un artículo de Enric Juliana que me es absolutamente imposible obviar.

A Enric Juliana ya le he fusilado varíos artículos en este blog, y le pido perdón por ello. Pero pese a mi decisión de no volver a reproducir íntegramente reflexiones ajenas, me voy a permitir pecar por última vez, y teniendo en cuenta la fecha de hoy, "copiaré" descaradamente "El sumario Francesc Colomer".

Confío en que Enric Juliana sabrá perdonarme (prometo no hacerlo más). Así pues, Sr. Juliana, perdón por esta nueva apropiación indebida, y muchas gracias por expresar ideas que muchos compartimos y que, la inmensa mayoría, somos incapaces de transmitir.


La Vanguardia
Cuaderno de Madrid
11 de septiembre de 2011
Enric Juliana
Madrid



Al niño Francesc Colomer le abrieron sumario el 13 de febrero del 2011 por su descarado acento catalán en la ceremonia de los premios Goya. Francesc, nacido en Vic en 1997, fue galardonado con el premio al mejor actor revelación por el papel de Andreu en Pa Negre y al subir al estrado reveló tres cosas: que a los catorce años un chaval suele ponerse nervioso cuando tiene que hablar en público; que deberá repasar con su profesor o profesora de castellano el correcto uso de los preposiciones por y para (que en catalán suenan igual), y que no le avergüenza pronunciar en catalán el nombre de las personas que aprecia. A Francesc no le corta ser de Vic. No es un patois, un rústico avergonzado de su tierra que llega a Madrid con la boina en la mano. Se expresa con naturalidad y muestra sin rubor los accidentes de la educación bilingüe en Catalunya, una sociedad alérgica a los uniformes. Repito: una sociedad con muchos matices. Francesc es un vernáculo emancipado; hijo de una Catalunya que ya no se avergüenza de su idioma. Nada, nada, excusas. Le abrieron sumario al joven Colomer. Lo abrió el Gran Inquisidor Fernando García de Cortázar, con copia para la alta magistratura española.


He repasado estos días quince o veinte veces el vídeo de los Goya, para intentar descubrir qué es lo que realmente les molestó. Sólo he detectado la citada falta sintáctica, todo lo demás es espontaneidad y un punto de descaro. Habla con acento catalán –con qué diablos de acento quieren que hable un muchacho de cartorce años nacido en Vic y apellidado Colomer– y pronuncia en catalán el nombre de los amigos a los que quiere dedicar el premio. Y está nervioso. Viendo esa escena me he acordado del galimatias que durante un tiempo habló mi hija menor en Roma: una divertida mezcla de catalán, italiano y castellano, con incrustaciones de romanesco (el locuaz dialecto romano, que era la modalidad imperante en el patio del colegio). A mi hija, los buenos profesores del Liceo Español Cervantes no le abrieron sumario porque sabían que el aprendizaje de varios idiomas a la vez pide tiempo y paciencia. La paciencia que no tuvo el Gran Inquisidor cuando vio por televisión la ceremonia de los Goya.

Repasando ese vídeo –verdadero causante de la última escaramuza político-judicial a propósito de la inmersión linguïstica en Catalunya–, también me he acordado de las condiciones en las que pude iniciarme en el aprendizaje de la gramática catalana, a los 17 años, una hora a la semana, fuera de horario escolar y con un aire de desafio en la mirada. Lo confieso: aún hoy siento una cierta inseguridad cuando escribo en catalán. Noto que me falta soltura. Y manejo el castellano como solemos hacerlo muchos catalanohablantes: con el catálogo siempre a mano en el gran almacén del vocabulario. Escribimos lo que hemos leído y por ello nuestros textos casi siempre llevan freno de mano. Discurren sin dejarse ir; sin alocarse. Afán de corrección, pulcritud de sábado por la tarde, una decoración en la que todo suele estar en su sitio y cautela. Mucha cautela. Escribimos el español como si tuviésemos miedo de pisar una mina plantada por Francisco de Quevedo. Es el castellano de Barcelona, una variante que debería reclamar su lugar en los anchos mapas del segundo idioma del mundo. Comprenderá el lector –sobre todo el lector de fuera de Catalunya– que quienes habitamos esa dualidad (el catalán aprendido por los pelos y un castellano voluntarioso y técnico) sentimos una especial indignación cada vez que algún majadero escribe que Catalunya está haciendo hoy con el castellano lo mismo que Franco hizo ayer con el catalán. Eso es una infame mentira.

El Gran Inquisidor García de Cortázar, les decía, abrió sumario al joven Francesc Colomer. Bilbaíno, jesuita de la Universidad de Deusto, reputado historiador y miembro de la Asociación para la Defensa de la Nación Española, declaró lo siguiente al Heraldo de Soria: "No la he visto (la película Pa negre). Pero al hilo de los Goya sí me parece dramático –y si no fuera así, poco respetuoso con un premio nacional– que el niño que recogió el galardón no pudiera expresarse con corrección en español. Nos adentra en ese gran problema que es la agresión al idioma común".

Cabe esperar que el historiador vasco haya visto finalmente Pa negre, una obra que enfoca la Guerra Civil sin el reiterado maniqueísmo de la cinematografía española. Puesto que el Inquisidor es hombre culto, sin duda podrá establecer una sutil relación entre el drama rural de Emili Teixidor e Incerta glòria de Joan Sales, la gran novela dostoyevskiana de la guerra, traducida al castellano en el 2005 por Carlos Pujol. Un libro fundamental que la intelectualidad española apenas ha leído, porque ya le va bien –ya le iba bien hasta hace dos días, hasta que el mundo se torció el tobillo– el insomne simulacro de los dos frentes. Pa negre va por la senda existencialista, y ese enfoque nunca acaba de cuajar en el país de Don Quijote y Don Juan Tenorio. Sin haber visto la película, el Inquisidor abrió expediente al niño Colomer y el vídeo de los Goya fue visionado por magistrados del Supremo. ¡Se van a enterar! Así se ha construido la última acometida contra el delicado equilibrio interno catalán.

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