viernes, 19 de agosto de 2011

Nos haremos daño.



Viernes, 19 de agosto de 2011
Madrid acaba de enviar dos mensajes al mundo: intolerancia anticatólica y gratuita agresividad deportiva.
Enric Juliana

El mundo desayunó ayer con dos mensajes de la ciudad de Madrid. Primer frame español en todos los telediarios matinales del planeta: la policía aporreando a unos jóvenes que insultan a los católicos y pretenden convertir la Puerta del Sol en un fortín antipapista. Segundo encuadre: el entrenador del Real Madrid metiendo el dedo en el ojo de un adversario, a dos minutos de perder un competido partido estival. Dos mensajes a millones de personas: España tiene dificultades para encauzar las protestas sociales y su atractiva Liga de fútbol se está engolfando. Además de estar en crisis y poner el euro en jaque, no saben protestar y no saben perder. España no va bien. Urbi et orbi.

Madrid no ha superado la prueba de las tres T que el geógrafo estadounidense Richard Florida propone como premisa indispensable para las ciudades creativas, los nódulos más dinámicos del mundo anárquico e injusto que viene. Tres T: tecnología, talento y tolerancia. Madrid, una gran región metropolitana que desborda con creces los límites de la comunidad autónoma que lleva su nombre, está bien dotada tecnológicamente. Es, por ejemplo, el tercer ferropuerto del mundo (después de Tokio y París), gracias a una red radial de ferrocarril de alta velocidad que succiona energías de toda la Península. En Madrid, merced a su dinamismo metropolitano y al fuerte anclaje de unas estructuras estatales con más de quinientos años de historia, hay mucho talento acumulado. Mucho. Falla, sin embargo, la tolerancia.

Se ha visto durante las últimas cuarenta y ocho horas, en las que España se ha vuelto a presentar ante el mundo como una enfebrecida plaza de toros de los años treinta. Los focos de intolerancia que anidan en el país –en la derecha y en la izquierda– transmiten malos augurios. Son un problema peligroso si tenemos en cuenta la gravedad y la previsible larga duración de la actual crisis social y económica. El entrenador Guardiola lo retrató bien el miércoles por la noche: "Algun dia prendrem mal".

De las majaderías de José Mário dos Santos Mourinho responden él y el poderoso empresario que lo ha contratado. Y no está de más recordar que Florentino Pérez es miembro del Consejo Empresarial para la Competitividad, encargado de velar por el prestigio internacional de la marca España.

De la intolerancia anticatólica que el miércoles se exhibió en la Puerta del Sol deberían responder los intransigentes de izquierda, los comecuras que escriben en la prensa, los tibios ante la posibilidad cierta de un peronismo a la española, los ingenuos que creen que el futuro del mundo es la República Democrática de Facebook y, sobre todo, el Ministerio del Interior, en esta ocasión incapaz de garantizar el ejercicio de la libertad de expresión sin poner en riesgo la integridad de las personas y la imagen del país. Bastaba con seguir el ejemplo de Londres, que alejó la manifestación antipapista del centro de la ciudad, evitando así el encontronazo entre personas polarizadas por la religión.

Ocurre, sin embargo, que la galaxia juvenil que gira alrededor del 15-M considera que la Puerta del Sol es su territorio, de la misma manera que los descamisados peronistas creían suya la plaza de Mayo de Buenos Aires. Esta es la evolución que está teniendo el 15-M a la espera de los acontecimientos de otoño. Lejos de centrarse en un programa de mínimos –con la consiguiente eficacia política–, cada vez engulle más malestares, hasta que la sobrecarga lo hará estallar. Y el PSOE no se atreve a decirle que no, que la Puerta del Sol no es suya, porque desde el primer día Alfredo Pérez Rubalcaba vio, con perspicacia, que la reverberación social del 15-M –que existe y sigue siendo amplía– es fundamental para el futuro del Partido Socialista.

El miércoles podía haber ocurrido una desgracia en la Puerta del Sol. Lo evitó el fondo democrático de una parte de los antipapistas y la tolerancia de los peregrinos católicos, puesto que el catolicismo es –hoy– el credo religioso más tolerante del mundo. El más tolerante y el más perseguido.
Un día nos haremos daño.

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